Después de las victorias
obtenidas en la ocupación de Antofagasta y en la campaña marítima, el objetivo
político de guerra chileno fue más ambicioso, y ya no sólo se buscó asegurar la
soberanía chilena entre los paralelos 23 y 25 Sur, sino que la obtención de
compensaciones territoriales favorables.Particularmente, se decidió conquistar
el departamento peruano de Tarapacá.Este nuevo objetivo impuso al Ejército la
necesidad de buscar la destrucción de las fuerzas peruano-bolivianas presentes
en Tarapacá, como objetivo estratégico de la campaña que se iniciaría y a la
Armada le impuso ejercer el dominio del mar para facilitar los transportes
marítimos propios e impedir los del enemigo, de tal manera de aislar a las
fuerzas adversarias en el teatro de operaciones.Para los aliados, el objetivo
estratégico pasó a ser solamente el de contener a las fuerzas chilenas, a fin
de impedirles alcanzar, a través de una victoria militar en Tarapacá, el
objetivo político que el Gobierno se había fijado.Es decir, de ser ofensores y
de entrar en la guerra con la iniciativa político-estratégica, pasaron a ser
defensores y a someterse a la
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